ENTREVISTA: Primer plano NOURIEL ROUBINI Economista, presidente de RGE y autor de ‘Cómo salimos de ésta’ 
 
CLAUDI PÉREZ 31/10/2010  – elpais.com
 
Los economistas, y  probablemente los periodistas económicos, han hecho algo parecido al  ridículo en esta crisis. Casi nadie la vio venir. Casi nadie supo  explicar lo sucedido. Aun hoy casi nadie sabe qué diantre va a ocurrir. Y  no solo eso: la mayor parte de los avances de esa ciencia lúgubre que  es la economía en los últimos 30 años son, según el Nobel Paul Krugman,  "espectacularmente inútiles en el mejor de los casos, absolutamente  dañinos en el peor". Nouriel Roubini es uno de los pocos que fueron  capaces de anticipar esta crisis (y otras muchas que nunca llegaron a materializarse, por cierto). Polémico, poco querido en Wall Street, visionario y  tremendamente pesimista -apodado Doctor Catástrofe con toda justicia-,  durante años sus colegas le tildaron de loco, de agorero recalcitrante,  de profeta con ínfulas. Pero acertó. Pronosticó la secuencia exacta de  las mutaciones de la crisis desde el inicio. Y siguió pesimista en 2009,  cuando los brotes verdes, cuando la recuperación de los mercados  provocó que otros oráculos se pasaran al bando de los optimistas y  perdieran sus credenciales. "No soy un pesimista: me considero un  realista", asegura en una entrevista peculiar, realizada a caballo entre  Washington y Nueva York. Más vale que se equivoque: "Aún no hemos salido de esta y ya viene otra crisis: la cuestión es solo cuándo".
 
Roubini (Estambul, 52 años) es algo parecido a una estrella de la  farándula. Firma docenas de autógrafos, estuvo en la última edición del  festival de Cannes por su participación en dos películas, es vecino de  la actriz Scarlett Johanson en su loft de TriBeCa (Nueva York), colecciona arte, proyecta películas independientes para sus amigos y  da multitudinarias fiestas que le han granjeado una merecida fama de  crápula. Y trabaja a destajo: puede que nunca gane el Nobel, pero ha  superado ya a Krugman en el star system de la academia por sus  menciones en la prensa internacional. Cotiza al alza: viaja  constantemente, se reúne con políticos, financieros y banqueros centrales de todo el mundo, es el oráculo de moda y acaba de publicar un libro excelente, Cómo salimos de ésta (Destino), en el que ajusta cuentas con los cegatos y disecciona la crisis y lo que está por venir. ¿Adivinan? Bingo: más problemas.
 
"Vienen años de bajo crecimiento económico por muy bien que salgan las excepcionales y en ocasiones insólitas medidas de política fiscal y monetaria que se han puesto en marcha. Vienen años dolorosos por la resaca del alto endeudamiento público y  privado en el mundo rico. La buena noticia es que podemos evitar una  recaída en la recesión. La mala es que no se puede hacer mucho más que  eso", asegura a modo de diagnóstico general.
 "Hay margen para un segundo estímulo como el que propone Obama"
 "Como el euro llegue a 1,60 por dólar no habrá posibilidad de recuperación"
 "Vienen años dolorosos por el alto endeudamiento público y privado"
 "No se puede hacer mucho más que evitar una recaída en la recesión"
 "La obsesión del BCE con la inflación es un desastre para Europa"
 "España tiene una gran deuda privada, y el paro no bajará a medio plazo"
 
  Roubini atendió hace un par de semanas a este periódico en un pasillo  de la sede del Fondo Monetario Internacional, en Washington, durante  apenas unos minutos. Venía de Tokio y Seúl, y tenía mucha prisa: se  marchaba a Kiev y a su Estambul natal esa misma tarde. La charla se  reanudó la semana siguiente, por teléfono, desde su despacho en su  consultora RGE, en Nueva York. Puede que los viajes cambien el estado de  ánimo de algunas gentes, pero el tono de Roubini es parecido esté donde  esté: "Las crisis son animales de costumbres. Se parecen a los  huracanes: actúan de manera relativamente previsible, pero pueden  cambiar de dirección, amainar e incluso resurgir sin avisar. Esta fue  primero una crisis financiera muy modesta, después mutó en crisis  económica, más tarde fue crisis fiscal y ahora es crisis de divisas. Y  esto no ha terminado: estamos justo antes de la siguiente etapa, ahora  viene cuando en muchos de los países más castigados la deuda privada se  convierte en deuda pública y resurgen los problemas fiscales", advierte.
 
¿Cómo se detiene un huracán? Roubini da una receta general: más  regulación. "La banca es la semilla del problema, el ojo del huracán, y  todo lo que se haga por darle una vuelta de tuerca a la regulación  llegará ya demasiado tarde y será demasiado poco; y aun así hay que  reconstruir los diques financieros para hacer frente a futuras crisis.  Al paso que vamos la siguiente crisis financiera será aún peor que  esta".
 
Roubini es un tipo singular, tal vez como su peripecia personal. Hijo  de judíos iraníes, pasa sus primeros años en Irán y vive después en  Israel (recientemente, por cierto, ha vaticinado que un eventual ataque  nuclear de Israel a Irán podría complicar las cosas). Cursa sus estudios  universitarios en Italia y se doctora en Harvard. Ha enseñado en Yale y  sigue haciéndolo en la Universidad de Nueva York. Habla inglés,  italiano, hebreo y farsi. Ha sido asesor del FMI, de la Reserva Federal y  del Tesoro estadounidense con Bill Clinton como presidente. Ahora  preside su propia consultora, con 80 empleados y 1.000 clientes  institucionales. Pasa dos terceras partes de su tiempo en la carretera  -se define como "nómada global": los tópicos no perdonan ni siquiera a  los gurús- y, en términos económicos, no es ni keynesiano ni un  neoliberal de la Escuela de Chicago: "Soy pragmático, ecléctico,  centrista".
 
El Doctor Catástrofe -un supervillano de cómic creado en los años  sesenta- se transformó en Roubini en 2004, cuando el economista empezó a  hablar de un aterrizaje brusco de la economía norteamericana. En esa  época pronosticó también una debacle del dólar -causada por los  desequilibrios globales- que no se ha producido. Pero lo que le cambió  la vida fue un seminario en el FMI en otoño de 2006: allí contó que  venía un descalabro financiero, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria  en el Atlántico Norte y, en última instancia, una depresión profunda.  Unos meses después, en el Foro de Davos, hizo lo mismo. Nadie le creyó.  Otros muchos también acertaron: "Robert Shiller o Kenneth Rogoff, por  ejemplo, pronosticaron algo parecido en varios trabajos. La diferencia  es que la prensa amplificó el acierto de Roubini. Creo que se trata de  un economista serio con un buen olfato", asegura el profesor Guillermo  Calvo desde Nueva York. Pero esa opinión es casi una excepción.
 
La mayoría de los expertos consultados para este reportaje critica el  trabajo de Roubini, la mayoría de ellos con la condición del anonimato.  "Exagera a menudo, al menos en público", asegura Daniel Gros, del CEPS.  "Puede acertar en algunos diagnósticos, pero falla con facilidad y sus  recetas son una locura", añade José Carlos Díez, de Intermoney, que  recuerda que en su última visita a España llegó a pedir que se cerraran  los mercados ante la sobredosis de incertidumbre que se venía encima, en  octubre de 2008, justo después de la quiebra de Lehman Brothers.
 
Y sin embargo, se le escucha. Un alto funcionario del FMI contaba  hace unos días que en primavera de 2007, cuando nadie veía problemas, el  director de Asuntos Monetarios del FMI, Jaime Caruana, citaba ya a  Roubini y aseguraba que el gurú ya le había puesto cifras al agujero de  la banca: un billón de dólares, poco más o menos la misma estimación que  hizo inicialmente el FMI pero con varios meses de retraso. "Desde hace  mucho tiempo, en economía a las trampas se les llama modelos. Roubini  cree que la economía está demasiado dominada por las matemáticas. Él  bebe de campos muy diferentes, con un enfoque más amplio: viaja, escucha  distintos puntos de vista de primera mano, intenta ver las cosas desde  distintos ángulos, y además usa esos modelos, con los que está  familiarizado desde hace más de veinte años. Esa es la clave de sus  aciertos", asegura el coautor del citado Cómo salimos de ésta, el historiador económico Stephen Mihm, en una conversación telefónica.
 
El caso es que Roubini sigue viendo el horizonte sombrío. La crisis  va por barrios: "Estados Unidos está algo mejor que Europa; y la  periferia de Europa peor que el centro. Y aún dentro de Europa, Grecia y  algunos países del Este están peor que Irlanda y Portugal, y esos dos  países tienen más problemas que España", dispara.
 
Sus prescripciones son distintas en unos y otros casos. "Estados  Unidos tiene margen para un segundo estímulo como el que propone Obama. Y  su banco central está haciendo los deberes. Pero a la larga no podrá  mantener su déficit fiscal: los riesgos se acumulan, y las presiones  sobre el dólar dejan una especie de equilibrio del terror financiero.  Estados Unidos devalúa su moneda con la política monetaria [la expansión  cuantitativa: la máquina de imprimir dinero que supone la compra de  deuda] y los países emergentes, empezando por China, siguen comprando  bonos estadounidenses e impiden así que el dólar baje más. Hay un riesgo  de crisis del dólar, como ya he afirmado en otras ocasiones, que  provocaría serios problemas en todo el mundo. Pero no veo que eso vaya a  ocurrir a corto plazo".
 
Para Estados Unidos, Roubini ve riesgos: de recaída si no se estimula  la economía, de crisis del dólar -a la larga- si no se solucionan sus  abultados déficits. Para Europa, ve más dificultades. Una década perdida  a la japonesa o incluso algo peor: una espiral parecida a la que sufrió  Argentina en 2001. "A pesar del plan de rescate anunciado, a pesar de  las ayudas a Grecia y a pesar de las pruebas de esfuerzo a la banca, la  deuda de los países periféricos sigue presentando problemas. Y el  crecimiento en Europa, especialmente en los PIGS [acrónimo de Portugal,  Italia, Grecia y España], va a ser muy bajo e incluso negativo. El  panorama asusta", dice. "Con esas deudas tan altas y con los planes de  austeridad, la deflación es un riesgo serio. Y en esa tesitura, países  como Grecia van a tener que reestructurar su deuda, y eso generará una  nueva crisis fiscal: ya no es una cuestión de si va a ocurrir, sino solo  de cuándo".
 
Llegan las bofetadas. Roubini considera que tanto el Banco Central  Europeo como Alemania están usando políticas equivocadas, por decirlo de  forma suave. "La tozudez del BCE, que se empeña en ver fantasmas de  inflación, es un desastre para Europa y en particular para los países  periféricos. El euro se ha ido por las nubes por la negativa del BCE a  dar pasos en la compra de bonos parecidos a los de la Reserva Federal.  Como siga en esa línea y el euro llegue a 1,60 por dólar habrá  desaparecido cualquier posibilidad de recuperación, y probablemente  veamos que junto a Grecia algún otro país tenga que pedir rescate.  Irlanda y Portugal son los peor situados. España ha conseguido  desmarcarse y está algo mejor, aunque está metida en otros líos".
 
Roubini nunca ha sido optimista con España. Al inicio de la crisis  fiscal griega fue muy duro: "Si cae Grecia es un problema para la UE; si  cae España es el desastre". Ahora rebaja la dosis: "España está mucho  mejor que Grecia, y mejor que Irlanda o Portugal. Pero tiene una deuda  privada enorme, un paro muy elevado que no va a bajar a medio plazo y un  pinchazo inmobiliario en el que los precios aún tienen que caer más.  Las pruebas de esfuerzo de la banca fueron muy positivas y la  competitividad está mejorando, pero créame si le digo que los ajustes  han sido duros pero probablemente tengan que ser aún más severos. Sobre  todo si Alemania -con esa manía de la austeridad fiscal- y el BCE  -incapaz de ser menos rígido- persisten en sus graves errores".
 
En fin, Roubini en estado puro: "El principal riesgo es la recaída en  la recesión o un largo estancamiento, combinado con la deflación: con  niveles de endeudamiento público y privado tan altos, eso supondrá  suspensiones de pagos en familias, empresas, bancos y, finalmente,  Gobiernos".
 
Hay quien dice que Roubini es como un reloj parado: con todo lo que  dispara, acierta dos veces al día. Antonio Torrero, catedrático de la  Universidad de Alcalá, asegura que al menos "tiene la valentía de ir a  contracorriente" y apunta con tino que "además, da la impresión de  venderse estupendamente". Rogoff, que durante años fue uno de sus  valedores en la academia, ha explicado que "si uno está sentado junto a  miembros del BCE y alguien pregunta qué es lo peor que puede ocurrir, lo  primero que se oye es: veamos qué dice Roubini". Últimamente su fama le  ha llevado al cine: aparece en Wall Street II y la aún no estrenada en España Inside Job.
 
Roubini, cómo no, tiene también un análisis sobre esa querencia del  cine por la economía, por esa versión del capitalismo mágico de los tres  últimos años, irreproducibles en un guión creíble. "No hay forma de  hacer una buena película sobre el capitalismo. La realidad es más  dramática, impredecible y sorprendente que cualquier película", concluye  el oráculo, que esta semana viajó hacia Argentina para dar una de sus  conferencias apenas unas horas antes de la muerte de Kirchner.